Distracción y pensamiento - consecuencias en la sociedad
La distracción y la pérdida de concentración
Vivimos en una sociedad poco reflexiva y menos responsable.
Última revisión: 04/05/2023
La distracción es lo primero que nos impide concentrarnos en algo y pensar con claridad. Es un secuestro de nuestra atención en toda regla, sencillamente, se la lleva a otra parte. Desde luego, todos hemos cometido algún que otro desliz al desviar nuestra mente hacia algo que nos llamaba más la atención. Pero en la actualidad ya podemos afirmar que vivimos en una sociedad distraída, y eso, ya no es un pequeño desliz, sino un problema que nos afecta a todos.
¿POR QUÉ NOS DISTRAEMOS?
Una de las cosas que más nos distraen son las interrupciones. Nos ponemos a hacer algo con un objetivo claro: leer un capítulo más del libro que estamos leyendo, por ejemplo, y a los dos minutos nos llaman por teléfono. Luego, recibimos un mensaje en el móvil. Quizás una frase del libro nos recuerde que deberíamos mirar el Instagram de una amiga, y cuando nos damos cuenta ya ha pasado una hora y casi no hemos avanzado nada. En una hora, antes, ¡leías tres o cuatro capítulos!
El móvil nos reclama continuamente mientras realizamos nuestras tareas (algo que podemos comprobar en las nuevas generaciones) y, nos distrae sin que podamos hacer nada. Es como si hubieran sustituido la campanilla del perro de Pavlov por el simple sonido de las notificaciones, los mensajes de alerta, los likes, etc. Reaccionamos de forma inconsciente como si no hubiera un mañana...
En mi caso, uno de los lugares donde mejor puedo estudiar es en mi consulta privada de masajes y acupuntura. Cuando tengo un día libre, ir a estudiar en el trabajo es aprovechar el día al máximo. ¿Por qué? Pues porque allí puedo silenciar el móvil o pararlo, y porque allí no tengo ni tan solo conexión a internet, y eso, es excelente para mi concentración. ¡Es increíble lo mucho que puedes estudiar con un solo libro, unas cuantas hojas de papel y un lápiz! La clave está en la concentración.
FALTA DE TIEMPO:
¿Vives tu vida conforme a tus prioridades o a las prioridades de los demás? ¿Eres de los que se deja llevar por esta sociedad distraída y no paras de ver series, de mantenerte informado de todo, de tener cuántos más contactos mejor en tus redes sociales? ¿Eres uno de esos que siempre está diciendo que «nunca tiene tiempo para nada»? No se trata de ser egoísta, pero deberíamos empezar a comprender que, muchas veces, las prioridades de los demás suelen distraernos de las nuestras.
Para poder pensar de forma correcta necesitamos tiempo, un tiempo íntimo donde podamos ordenar y recapacitar sobre un tema en concreto y sin distracciones. Necesitamos intención, ya que si no ponemos de nuestra parte y actuamos por impulsos no llegaremos a ninguna parte. Y necesitamos concentrarnos, y para ello es preciso un momento de soledad, de calma y de tranquilidad. ¿Cuántas de estas cosas tenemos cada uno de nosotros dentro de nuestra sociedad?
¿Somos autómatas?
Son muchas las veces que alguien hace algo sin apenas darse cuenta. Lo hace, porque siempre lo ha hecho así, porque toca, porque está de moda, porque se lo ha dicho un amigo suyo que trabaja en no sé donde... Son personas que viven con el «piloto automático» puesto y que apenas se dan cuenta. Llega un momento donde la gente ya no toma decisiones con una previa reflexión, sino que lo hace por intuición o por no malgastar energía. La tecnología, por desgracia, nos impulsa cada vez más a tomar decisiones cruciales para nuestra vida de forma casi irreflexiva...
EL SESGO Y EL HEURÍSTICO:
El sesgo y el heurístico son dos caras de la misma moneda. Mientras el sesgo es un mecanismo mental que tiende a engañarnos, lo heurístico es una especie de atajo mental que nos permite ser más eficientes. Un ejemplo: tienes ganas de ir al bosque pero tienes miedo de ir solo, así que decides ir con un grupo de gente y así sentirte más seguro (el heurístico grupal te ayuda a protegerte). Pero una vez os metéis en el bosque decidís seguir adentrándoos en él aunque está oscureciendo y está lleno de nubarrones. Al final, os cae un torrencial encima, os perdéis y caéis todos por un barranco (el sesgo grupal ha confundido vuestro pensamiento).
SESGOS COGNITIVOS:
En el libro «Pensar rápido, pensar despacio», Daniel Kahneman nos explica como los seres humanos tenemos dos formas distintas de pensar: una que opera por debajo de nuestro nivel de conciencia, de forma rápida, y otra que requiere un esfuerzo voluntario y más reflexivo. Estos dos modos de pensar tienen una base lógica de ser: si cada vez que voy al bar a tomar un café pierdo media hora para reflexionar cómo lo quiero: caliente, frío, en vaso, con o sin hielo... gastaré una energía que no tiene sentido. Así que, nuestro cerebro, automatiza una serie de respuestas frente a situaciones que cree que no vale la pena darle muchas vueltas. Y eso, es un sesgo cognitivo.
¿Qué sucede? Sabemos que algunas decisiones se toman de forma rápida y casi sin pensar, y que cuando la situación lo merece, pasamos a reflexionar sobre aquellas decisiones importantes para nuestra vida. Pues bien, ahora ya podemos constatar que gracias al marketing las respuestas rápidas han ido en aumento, mientras que el pensamiento reflexivo es cada vez menor.
Por ejemplo: si a la hora de comprar un piso el vendedor te dice que el piso cuesta 300.000 euros, tú vas a poder intentar rebajar más el precio inicial y quizás lo compras por 240.000 euros. Tú estarás feliz de no pagar tanto, y el vendedor también porque desde el primer momento sabía que el piso sólo cuesta 100.000 euros. ¿Qué ha sucedido? Pues que toda la decisión final se ha basado en la cifra inicial. Thibaut Deleval, en su libro «Distraídos», nos cuenta muy bien este tipo de autoengaños. Otro ejemplo: cuando vayas a ver el segundo piso, sin querer lo compararás con el primero... No reflexionamos de forma independiente y racional, nos es más fácil comparar y reaccionar de forma emocional.
*Encontrarás más información sobre sesgos cognitivos AQUÍ.
El efecto anclaje
El efecto anclaje, o también llamado «efecto de focalismo», es un sesgo cognitivo que nos lleva a aferrarnos a la primera impresión sobre algo. Por eso es tan importante para el márketing, ya que la manera o el orden con la que nos presentan cierta información sobre un producto es crucial a la hora de que alguien tome una decisión sobre éste. Por ejemplo, sabemos que cuando damos una información, los primeros datos que se presentan quedan «anclados» en la mente del lector con más facilidad que el resto. Por lo tanto, a la hora de tomar decisiones las personas suelen tener en cuenta este tipo de información inicial.
ESTO, ¡YO NO LO HAGO!
La mayoría de las personas creemos que solemos no caer en este tipo de «trampas», pero la verdad es que lo hacemos todos y por ello todo el marketing empresarial se basa en estas cosas. La tendencia inicial es alejarnos de esta forma impulsiva de actuar, pero lo cierto es que pocas veces lo logramos. Porque, aparte de la idea inicial que nos condiciona en la toma de decisiones, debemos sumar nuestro estado de ánimo, el conocimiento que tenemos sobre el tema en concreto que nos atañe, la personalidad de cada uno (si eres más impulsivo o no), y muchas más cosas...
EL MUNDO DIGITAL:
Aprender a controlar nuestra propia impulsividad digital es fundamental a la hora de tomar decisiones. Las redes sociales están llenas de sesgos cognitivos con la intención de que pasemos el mayor tiempo posible conectados a ellas. Gracias a estos sesgos cognitivos, nuestra percepción de la realidad frente a temas políticos, económicos o sociales, queda expuesta a un cambio de opinión sin que previamente haya una reflexión profunda sobre el tema que nos interesa. Si en mi red social sigo sólo los temas de «música clásica», «ciencia» y «medicina», toda la información que me venga del mundo en general pasará a través de este filtro sin que yo pueda ver ni opinar sobre otras cosas; es decir, en mi Timeline los temas principales serán esos, algo que hará que mi realidad esté influenciada solamente con las publicaciones de estos temas. Si sólo nos centramos en los datos que nos interesan, aquellos que apoyan nuestras ideas, y somos escépticos con toda la información que los contradice, puede que creamos que somos muy inteligentes cuando en realidad no tenemos ni idea de nada.
La forma en cómo nos expresamos también es muy relevante. Cuando decimos que un producto tiene un 90% de efectividad, tendrá más éxito que si dices que hay un 10% de que no funcione. Del mismo modo sucede con las imágenes, una persona atractiva se asocia a alguien que tiene más éxito en la vida. Pero, un «influencer» que cuelga vídeos hanblado sobre comida en Youtube, ¿es siempre un especialista en alimentación?
Las respuestas rápidas, o la forma de reaccionar de forma impulsiva ante ciertas situaciones o contenidos, puede influenciarnos a la hora de tomar ciertas decisiones. Así que debemos tener precaución en cómo usamos el contenido de las redes sociales y del mundo en general.
¿CÓMO REFLEXIONAMOS?
Una de las formas que tenemos de pensar más común y habitual es la del silogismo. En ella, existe las premisas, por ejemplo: todos los gatos son animales, o el ragdoll es un gato; y luego están las conclusiones, que es lo que deducimos a través de las premisas. Es decir: el ragdoll es un animal. Lo que sucede en nuestra sociedad, es que muchas veces nos autoengañamos o nuestro interlocutor intenta engañarnos disfrazando las premisas para que lleguemos a falsas conclusiones.
Siguiendo un patrón parecido, ponemos otro ejemplo: «Los historiadores y los sociólogos están de acuerdo en afirmar que en un país dotado de instituciones y leyes justas, los ciudadanos tienden a respetar estas instituciones y estas leyes. Por ende, el hecho de que los ciudadanos chinos no se rebelen contra el Estado es entonces una señal inaudible de que sus instituciones y leyes les parecen justas y de que deberíamos dejar de criticar al gobierno chino.» Ahora bien, ¿podríamos pensar que quizás los ciudadanos chinos no se rebelan por otros motivos? Sin ser conscientes de todas las leyes, presuponemos que son buenas. Y como nadie se revela, suponemos que todo está bien... Quizás estemos sacando falsas conclusiones, ?¿no te parece?
La calidad de nuestra propia democracia, depende de la capacidad de pensamiento crítico que demostremos tener como ciudadanos.
Otro de los trucos fáciles de manipulación es el argumento «ad hominem», que consiste en atacar una idea atacando a la persona que defiende esa idea en lugar de buscar argumentos relacionados con dicha idea. Esto pasa mucho en política... Normalmente, el manipulador analiza su audiencia e intenta encontrar rasgos personales que no le gustan. Una vez los encuentra, busca algunos de esos rasgos en su oponente para poder debilitarlo. Por ejemplo: antes de comenzar la entrevista a un escritor para hablar de su nueva novela, este empieza preguntando como si nada: «Me han contado que su padre tenía siempre un retrato de Hitler en el despacho de su casa, ¿es cierto». Si la información es cierta y, aunque el hijo escritor no tenga nada que ver con las ideas de su padre, ya se va a generar un anclaje mental y negativo hacia la persona de dicho escritor.
Siguiendo el mismo patrón encontramos más falacias como el «Cum hoc ergo propter hoc», que nos cuenta algo parecido. Se trata en deducir que existen relaciones casuales entre dos eventos por el simple hecho de observar una correlación entre ellos. Por ejemplo: si comes queso raclette tendrás más posibilidades de tener una fractura en la pierna. Y esto lo sabemos porque este tipo de queso se toma mucho en las estaciones de esquí de lo Alpes donde, al hacer más deporte y esquiar, hay más fracturas de piernas. Son dos datos separados que los unimos para sacar una conclusión que muchos creerán, aunque es del todo ilógica. Pero subamos el nivel: ¿qué sucede si ves un titular que dice que hay una relación directa entre la inmigración y los índices de violencia? ¿Seguro que todo el mundo pensará que no hay datos suficientes para ello?
El hecho de no respetar el sentido de las palabras permite asiduamente a algunas personas con malas intenciones manipular y engañar a su interlocutor. Es lo que sucede con lo que llamamos: eufemismos. Por poner ejemplos: últimamente se habla mucho de las «familias con pocos recursos», por no hablar de la pobreza extrema en la que se encuentran muchas familias. Las empresas suelen «optimizar su plantilla» para un mejor funcionamiento, en vez de decirte que van a despedir a más trabajadores para ahorrarse dinero. En septiembre de 2022, España se enfrenta a un «episodio de ralentización» o «desaceleración económica», en vez de decir que entramos en una crisis económica y muy probablemente en un periodo de recesión. Cuando nuestro gobierno nos dice que está realizando una «intervención» a tal país, ¿nos hacemos una idea verídica de lo que hace? ¿Comprendemos que eso significa que estamos en guerra? Si nos dicen que hacen «ataques aéreos de precisión», ¿entendemos que están bombardeando y que pueden morir muchas personas?
Pero todavía podemos rizar más el rizo. Si hablamos de «aborto», todo el mundo entiende lo que significa. Si hablamos de «interrupción voluntaria del embarazo», ya suena mejor, ¿verdad? Pero si al escribir un artículo hablamos de la IVE, seguramente tu mente hará una asociación muy distinta. Del mismo modo que si hablamos de MENA, en vez hablar de los inmigrantes menores de edad que llegan a España solos y sin sus padres.
Los expertos nos aconsejan ir con cuidado con el mundo de las emociones. No es que las debamos reprimir, no se trata de eso, sino de darles la importancia que merecen. Por ello, es importante comenzar a pensar con más claridad para poder reducir el tiempo de exposición a los medios de comunicación que, con sus llamativas imágenes y noticias alarmistas, activan en exceso nuestras emociones. Si ha habido un accidente en China y han muerto mil personas es una tragedia, pero cuando nos muestran las imágenes y nos cuentas la situación de los familiares, etc. a muchas personas se les activa la emoción (como es lógico) y empiezan a preocuparse por algo que ellos no pueden evitar, ni tampoco mejorar. Por ello, es importante elegir con mucho cuidado las fuentes de información y dar prioridad a formatos extensos, críticos, que estén contrastados, para poder permitirnos entender el mundo y no sólo enterarnos de lo que sucede.
REALIDAD O FICCIÓN
En teoría, estamos capacitados para discernir entre lo que es real y lo que es ficción. Leemos novelas, vemos películas, y nadie se ha deprimido tras ver la película de Superman y comprobar que no tiene poderes o que no puede volar. Es decir, es ficción, entramos en el juego y sabemos que sólo es una película. Ahora bien, hoy en día, esto se ha ido juntando y, aunque creamos que sabemos discernir entre realidad y ficción, cada vez es más difícil ser conscientes de ello. Las redes sociales nos enseñan muchos fragmentos de la vida de las personas cuidadosamente seleccionados para atraer nuestra atención. Vemos imágenes de personas que siempre están felices, que todo les va bien, y de una forma u otra puede que nos afecte o nos sugestione. Pero, ¿son de verdad tan felices? ¿Es realidad o ficción? Vemos a joven que tiene un coche de lujo y que está muy feliz. ¡Qué envidia! Pero, ¿sabemos si se ha gastado todos sus ahorros en alquilar ese coche durante una semana? La mayor parte de las cosas que se cuelgan en Instagram están repletas de felicidad. Así que, ¡debemos vivir en una de las épocas más felices de la humanidad! ¿No os parece?
Pero, ¿Qué sucede cuando comparas tu vida real con las vidas de estas personas tan perfectas? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo crees que se sentirá tu hija (o tu hijo) de 14 años?
ENTONCES, ¿ES MALO DISTRAERSE?
El trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), del que ya hay escrito un extenso artículo en mi página web (puedes consultarlo en este enlace), produce la incapacidad de poder concentrarse en una sola cosa aunque sea por un periodo breve de tiempo. Hoy en día, en una sociedad que no está dispuesta a perderse ni un segundo de su día a día, la distracción está mal vista y la atención (cuanta más mejor), suma puntos a la conducta del individuo. Pero tiempo atrás, la distracción fue defendida y alabada por Kierkegaard, por Bergson, por Proust… Entonces, ¿tan malo es distraerse de vez en cuando?
Marina van Zuylen afirma que: «si nos mantenemos tecleando febrilmente ante el ordenador, ofrecemos una imagen mucho más respetable que si soñamos despiertos tumbados en un banco del parque». Hoy en día, cuando nuestros hijos deambulan con sus mentes y pierden el tiempo en vanidades ofrecen una visión poco madura de su personalidad; pero son precisamente muchos los científicos y artistas que han realizado grandes descubrimientos y creado bellísimas obras de arte precisamente a través de ello. ¿Dónde está el límite? ¿Terminaremos medicando a nuestros jóvenes por algo que forma parte de nuestra conducta humana? ¿Lo estamos haciendo ya?
EXCESO DE CONCENTRACIÓN:
William James (filósofo y psicólogo estadounidense), solía decir que la atención no se debe inculcar a la gente a base de fuerza de voluntad, sino que debe cultivarse con amor. Esta conclusión fue extraída, según nos cuenta él mismo, cuando leyó la biografía de Charles Darwin. En ella, Darwin nos cuenta cómo tras dedicar una vida de concentración en el proyecto de la evolución (de forma lineal y concisa), terminó por dejar de apreciar la música o las artes plásticas. De hecho, en sus escritos podemos leer de su puño y letra que sus ambiciones científicas terminaron por «marchitarle» el cerebro.
Ahora sabemos que cuando el cerebro deja de cultivar aficiones como la música, la pintura o la poesía, y limita su actividad a registrar solamente hechos, su elasticidad emocional se deteriora. Dicho de otro modo: para poder crear un pensamiento polifacético, la concentración tiene que actuar mediante ondas de choque empáticas; el exclusivismo provocaría entonces una sensación de desconexión. Los trabajos que realizamos todos los días (y más los de forma habitual), van en una sola dirección, se automatizan (como decíamos al principio de este artículo), y apuntan a un objetivo claro y conciso. En cambio, el arte, la música... conectan zonas inexploradas de nuestro cerebro reclamando un mayor esfuerzo y generando una mayor elasticidad neuronal.
Pero esto no incluye el uso de las redes sociales, las series que nos invaden por doquier o los juegos informáticos… Cuando acostumbramos a nuestro cuerpo a funcionar a un ritmo rápido (casi exhausto), cuando lo mantenemos todo el rato ocupado sin permitirle un simple respiro, impedimos sin darnos cuenta que pueda funcionar al ritmo lento que requiere la reflexión, la interpretación de un texto literario, su absorción, etc. No podemos mantener un ritmo rápido para acciones que requieren lentitud, del mismo modo que no podemos preparar un buen cocido en cinco minutos y pretender que sepa igual.
¿Cómo estamos?
Una de las capacidades que diferencia al ser humano de otras especies animales es la habilidad de alternar la distracción y el pensamiento profundo. Esta alternancia es la que nos permite centrarnos cuando toca, y distraernos cuando es necesario. Pero, ¿qué sucede cuando vamos todo el día distraídos? ¿Y si nos pasamos con un exceso de atención? Si nos fijamos, casi un 90% de las personas (datos aproximados) van por la vida con una atención muy por debajo de sus posibilidades. Mientras que menos de un 10% aproximado de las personas vivirán con un exceso de concentración (matemáticos, científicos, investigadores…); nos queda un 1% de personas que equilibran los extremos. Me parece muy poco...
DISTRACCIÓN-CONCENTRACIÓN:
¿Puede ser que los momentos de distracción y abstracción nos ayuden a pensar mejor? ¿Cuántas veces, ante un problema difícil, hemos ido a «consultarlo con la almohada»? ¿Puede que captar el interés de alguien sea más acorde a una falta que no a un exceso de esfuerzo? Si nos damos cuenta, cuando alguien expone un temario de forma perfectamente técnica y ordenada, el alumno deberá adaptarse dentro de ese escrupuloso temario y hacer un enorme esfuerzo para aprender exactamente lo expuesto en él. Si al alumno el temario no le interesa mucho, el esfuerzo que deberá realizar será abismal. En cambio, si el temario se expone de una forma algo abstracta, donde un tema lleva a otro muy diferente pero relacionado, crea conexiones «relativas», para luego volver a enlazarlo con el inicial y así sucesivamente, nos obligará a permanecer alerta, llegará a atraernos más y nos estimulará mucho más que el método anterior.
La atención pierde su fuerza sin la distracción, y la distracción, sin motivación y algo de fuerza de voluntad, pronto cae en un lánguido letargo.
Cuando apartamos el problema que estamos tratando de la trastienda de nuestro cerebro en vez de concentrarnos en ello hasta la saciedad, liberamos circuitos que nos ayudan a pensar de forma más eficaz. Pero distraerse significa desconectar, entrar en lo abstracto, disfrutar del sonido del mar, del paisaje, dar un paseo con calma y dejar volar la imaginación… Cuando dejamos una tarea complicada y nos tomamos un descanso, pero nos pasamos 10 minutos mirando videos en Instagram, no nos estamos evadiendo. Lo que hacemos es dejar de concentrarnos en una tarea para concentrarnos en otra, y así, nuestro cerebro no se abstrae, sino que sencillamente cambia un foco de atención por otro.
ENCONTRAR EL EQUILIBRIO:
¿Qué podemos hacer? Lo que hemos aprendido en este artículo es que la distracción es un descanso para nuestra mente que nos beneficia, siempre y cuando hagamos un buen uso de ella. Ir a pasear, salir a comprar algo, hablar con algún amigo mientras andamos, nos puede ayudar a relajar la tensión mental y crear nuevas conexiones gracias a una «desconexión» útil y práctica del problema en el que estábamos sumergidos en aquel momento. Salir de la oficina para abstraerse durante media hora para hablar por teléfono, enviar WhatsApps o ver Instagram no crea nuevas conexiones neuronales, sino que hace que la mente cambie de un foco cerrado a otro todavía más cerrado (por muchas imágenes de gatos, paisajes que veamos...). No hay una experiencia real que favorezca una distracción plena y productiva.
Debemos buscar un modo de ser personas serias, aprender a razonar con diligencia, saber contrastar la información y aprender a tomar decisiones justas y meditadas; al mismo tiempo que nos permitimos la distracción de vez en cuando para resetear y relajar nuestra capacidad mental. Por desgracia, como hemos visto, hemos diseñado este mundo para distraer a la sociedad; una sociedad que quiere ser distraída y evadirse de todos los problemas, que no quiere hacerse responsable...
La diferencia en la actualidad es que nunca habíamos llegado a niveles tan altos, donde ya estamos viendo sus consecuencias.
Biografías:
«El hombre en busca de sentido», Viktor Frankl - Erder, 2015
«Distraídos», Thibaut Deleval - Aguilar, 2022
«El arte de pensar», José Carlos Ruiz - Almuzara, 2018
«A favor de la distracción», Marina van Zuylen - Elba, 2019
«La pirámide de la sabiduría», Brett McCracken - Patmos, 2021
«Pensar rápido, pensar despacio», Daniel Kahneman - Debate, 2012
Distracción y pensamiento - consecuencias en la sociedad. Xavier Turell Nebot
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