masajista

11 / mayo / 2021

Los masajistas, los de profesión, somos conscientes de que cuando hacemos un masaje debemos prestar mucha atención a todo aquello que nos transmiten nuestras manos. En realidad, la cantidad de sensores que tenemos en ellas nos dan la oportunidad de recopilar mucha información sobre el estado de la musculatura (contracturas, elasticidad, tensión, tirantez, deslizamientos, temperatura, dolor, etc). Y, gracias a toda esa información, podemos valorar el estado de salud de aquella persona que viene a nuestra consulta, no sólo a nivel físico, sino también a nivel emocional.

No se trata de nada mágico, sino de saber observar dichas señales y saber interpretarlas adecuadamente. Y es que las emociones, juegan siempre un papel fundamental en nuestro estado de salud.

Por ejemplo: la rabia puede mostrarse a veces en forma de dolor en los trapecios, a veces va acompañada de una aumento de la tensión arterial, u otras lo hace con un fuerte dolor de estómago o con dolor entre la escápula derecha y la columna vertebral. El miedo (otra emoción que solemos reprimir) o el exceso de responsabilidad, se pueden manifestar con dolor en la zona lumbar, ya que en Medicina China la zona lumbar va vinculada a los riñones a quienes relacionamos con el miedo. Otras veces sentimos un fuerte nudo en el estómago, una sensación de angustia, mareos (debidos al estancamiento del Qi), etc.

Y es que en un masaje debemos tener siempre en cuenta muchas cosas para poder orientar muy bien a cada paciente. Cada espalda es diferente y que cada masaje es siempre distinto, y las manos de un buen masajista suelen ser primordiales para la correcta interpretación. Dar masajes es una hermosa profesión, pero, cuando se convierte en vocación, las cosas cambian tanto para el profesional como para el paciente que viene a vernos.



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