emociones

21 / Febrero / 2022

A principios del siglo XX, William James y Carl Lange desarrollaron la llamada teoría de las emociones. Dicha teoría dice que en los seres humanos el sistema nervioso autónomo crea eventos fisiológicos (tensión muscular, aumento de la frecuencia cardíaca...) en respuesta a las distintas experiencias que uno tiene en el mundo. Según ellos, las emociones son sentimientos que surgen como resultado de estos cambios fisiológicos, más que ser una causa. Lo habitual es que al recibir un estímulo surja una emoción, y que a causa de ésta se produzca un cambio fisiológico. Según ellos, un estímulo produciría un cambio fisiológico que sería el responsable de que más tarde surja una emoción.

En 1920, la teoría de Cannon-Bard superó la anterior al decir que un estímulo emocional tiene dos efectos: provoca el sentimiento de la emoción en el cerebro, y la expresión de la emoción en el sistema nervioso autónomo y somático.

¿Por qué un simple masajista estudia este tipo de cosas? Porque cuando tocamos una espalda observamos el nivel de tensión que se esconde en cada haz muscular, y sentimos las reacciones voluntarias e involuntarias que se van produciendo según el tipo de masaje o técnica que aplicamos. Porque con los años, he podido enlazar este tipo de tensión con distintos tipos de personas según sus trabajos o sus conductas psicosomáticas. Y de ahí, la importancia de la observación y el autoconocimiento a nivel personal que todos/as deberíamos hacer en nuestras vidas.

Con los años he observado que no nos conocemos suficiente (aunque creamos que sí), y que nuestro cuerpo nos delata continuamente. Él nunca miente, y en consulta es algo que veo todos los días. Si gestionamos mejor los estímulos que nuestro cuerpo va recibiendo, los cambios fisiológicos mejorarán y el equilibrio emocional ganará en bienestar y salud. Se trata de un engranaje entre el cuerpo y la mente donde ambos deben contribuir por el bien del otro. El masaje terapéutico profesional debe ir más allá del simple amasar el cuerpo: hay que estudiarlo y comprenderlo, y a veces, mostrárselo al propio paciente.



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