24 / abril / 2021
Deberíamos centrar nuestra atención en las cosas buenas que nos rodean en vez de en las malas. No se trata de negar todo lo negativo y hacer como que no existiera o como que no va contigo, sino de reducirle nuestro foco de atención. Evidentemente, si tu padre ha tenido un accidente de tráfico y está en el hospital deberás prestar atención al asunto, pero una vez ya está en el hospital y ya no puedes hacer nada por él, deberías liberar el foco y conservar tus energías. Lo mismo con un trabajador que nos hace un comentario malicioso, con un jefe despiadado, etc.
Hay que preguntarse: «¿Qué hay de bueno en esta situación?» Y es que, incluso en las peores situaciones, siempre podemos sacar algo de bueno; y es precisamente ahí donde debemos concentrar toda nuestra atención. Insisto, no se trata de ir maquillando la realidad, sino de conservar la capacidad para actuar de un modo positivo y resolutivo. Si me quedo atrapado en el ascensor con un vecino puedo entrar en pánico, puedo ponerme nervioso; o quizás, si hablo de forma educada con él podremos llegar a empatizar mejor, a conocernos más, y forjar una relación que va más allá de un simple saludo ocasional.
La capacidad para gestionar los malos momentos no se aprende de un día para otro, pero cada día tenemos la oportunidad para aprender a hacerlo poco a poco. Otra cosa, es que prefiramos sucumbir a las malas experiencias, por pequeñas que estas sean, antes que afrontarlas como es debido.