Kintsukuroi significa reparar. Es un método japonés que se utiliza para recomponer algunas piezas de cerámica que se han roto rellenando las grietas con oro. Esta idea de reconstruir, como un proceso natural de la vida, es el que se aplica en psicología. Pegar las roturas emocionales, aceptar su propia belleza interior y seguir por el camino de la vida con más fortaleza que antes. ¿Te atreves a iniciar el camino?
El el momento más inoportuno, nuestra vida puede romperse en mil pedazos. Cuando todo parece que va bien, ésta puede dar un giro inesperado de 180 grados. ¿Estamos preparados para este tipo de acontecimientos? ¿Nos han enseñado alguna vez en la escuela a gestionar dichas experiencias? Sin duda, aunque la humanidad tiene un gran conocimiento de todo aquello que nos rodea, es muy frágil a nivel emocional. Y por ello es tan importante que desde pequeños nos enseñen valores, principios, que luego con en tiempo, podrán ayudarnos a seguir adelante como seres humanos plenos e inteligentes. Algo que, desde luego, pocas veces veo refllejado en nuestra sociedad.
Son muchas las veces que cuento esto a mis pacientes y siempre me dan la razón. Pero uno de los factores, preocupantes desde mi punto de vista, es precisamente este: todo el mundo sabe que esto es así pero nadie da el paso al frente para cambiarlo. «Pero es que la culpa no es mía, es de los demás», «es que la gente está mal de la cabeza...», «es que ponerlo a la práctica no resulta siempre tan fácil...». Y es que, muchas veces, cuando alguien tiene una herida le resulta más fácil vivir con el lamento que permitir que esa herida sane. Precisamente porque una vez se cure, esa persona deberá afrontar su propia realidad y seguir adelante. Nos preguntamos: ¿Qué nos da miedo? Pues verás, si nunca nos han enseñado a aceptar las cosas como son y a gestionarlas bien, la respuesta suele ser: todo.
El Yin y el Yang
Los dos lados de la misma moneda...
Cuando iba a la escuela nos enseñaban a resolver problemas matemáticos y a memorizar un sinfín de datos. Pero, ¿nos enseñaban a tomar decisiones? ¿A alguien le enseñaron a gestionar sus emociones? Cada uno iba por libre y, muchos, nos dimos cuenta que la vida era una lucha para intentar ser el mejor. Si quedabas atrás, acabarías siendo un marginado. Si no sacabas buenas notas en los exámenes, ¡los mismos profesores te lo decían! Así que muchos tomaron la decisión de fortalecer su ego, su valentía, de empatizar sólo con los suyos (muchas veces a costas de ridiculizar a los más débiles), etc. Y, tras los estudios, se pusieron metas mucho más altas para seguir engrandeciendo dicho ego. Sin darse cuenta de que esa autoexigencia y ese sentimiento de grandeza terminaría agobiándoles, generándoles un estrés innecesario, creando conflictos, y convirtiéndoles en seres insensibles a la propia humanidad que les rodea. Por contra, los que no tuvieron el valor ni la energía de seguir ese camino, terminaron la mayoría de ellos con fuertes depresiones, traumas infantiles... Y es que nuestra sociedad se mueve siempre entre estas dos polaridades. Y por ello es tan importante comprender que tan importante es luchar por nuestras convicciones, como saber rectificar cuando estas son erróneas.El clan
¿Queremos ser aceptados por lo que somos o por lo que los demás esperan de nosotros?
Debemos darnos cuenta que la vida se encuentra, como todo, en un término medio. Si uno no hace nada no va a sufrir, pero tampoco vivirá esta vida que tanto anhela, no descubrirá nunca nada... Mientras que si vivimos por encima de nuestras posibilidades, corremos otro tipo de riesgos. ¿Dejas de hacer algo por miedo a que no salga bien? La mayoría de las veces, esto demuestra que no has aprendido a gestionar bien los acontecimientos que la propia vida te muestra y que debes aprender a hacerlo. Si te haces una herida, tu cuerpo está preparado para curarse, ¿no es así?. Pues la mente también, sólo que de tan poderosa que es para algunas cosas, también lo es muy frágil para otras, y más, cuando nunca nos han enseñado a usarla bien.
¿Somos conscientes de nuestros actos?
Cuando me pasa alguna desgracia, primero suelo preguntarme si es por algo que yo mismo he hecho. En este mucno nadie es perfecto, y es importante mirar hacia uno mismo de vez en cuando. Si siempre paso el semáforo en rojo y un día un coche me atropella, quizás las culpa no sea del conductor... Y esta observación no es para culpabiilizarme ya de por vida, sino para comprender que mis actos tienen consecuencias, y que cuando cruzo el semáforo en rojo acepto un riesgo que quizás vaya a repecutirme de forma negativa. ¿Somos conscientes de nuestros actos? Es una buena pregunta en un mundo que la gente va por la calle andando y mirando el móvil al mismo tiempo, o incluso mientras conduce...
Los retos de la vida
¿Quién dijo que todo iba a ser fácil?
Tenemos la falsa creencia de que la vida debe se maravillosa. De que nosotros elegimos el destino y de que la felicidad depende de ello. Pero la realidad es que para llegar a ese destino y a esa felicidad, hay que correr muchas veces por senderos desconocidos y tortuosos... La vida nos propone retos, y la felicidad sólo se consigue durante un breve espacio de tiempo. En realidad, la vida nos obliga a superar esos retos y, de ese modo, nos debería hacer más fuertes, más seguros de nosotros mismos y, por lo tanto, más felices. Pero una cosa es hacernos más fuertes y seguros, y otra muy distinta es hacernos más desconfiados con los demás, más tozudos, más cerrados en nuestras ideas, en nuestros pensamientos, o en nosotros mismos...Otra cosa que deberíamos comprender es que no todas las tragedias nos afectan a todos del mismo modo. A veces, una desgracia hace que alguien reaccione con impotencia y no pueda evitar llorar. Mientras que a otra persona, esa misma tragedia le hará poner en alerta y reaccionar casi al instante. Y lo mismo sucede a nivel emocional. Por ello, hay que entender que aquello que a nosotros no nos afecta no significa que pueda afectar a otros. Y de ahí la importantcia de la empatía, y de saber ponerse en el lugar de los demás. Ya que si vemos las cosas que suceden sólo desde nuestra perspectiva, no podremos comprender nunca lo que sucede a nuestro entorno.
Todo cambia...
Los taoistas saben bien que la vida es un cambio continuo. No hay nada que sea para siempre y, el ser humano, no tiene otra alternativa que irse adecuando a esos cambios. En cambio, en la sociedad en la que vivimos, luchamos continuamente para encontrar una estabilidad y, una vez la hayamos, creemos que dicha estabilidad será para siempre. Hay que partir de que la vida es cambio, y que para vivir feliz hay que aprender a gestionar correctamente dichos cambios.
¿Porqué sufrimos?
Debemos comprender el origen del sufrimiento.
La mayoría de nosostros pensamos que la vida tiene que ser plácida y sin contratiempos. Pero la verdad es que las adversidades surgen cada día de una forma u otra. Y ahí está la gracias. Cuando vayamos a afrontar a una adversidad pasaremos un mal momento, pero luego, al superarla, sin darnos cuenta creceremos a nivel personal y ganaremos experiencia y confianza en nosotros mismos. En cambio, cuando delegamos a los demás nuestras responsabilidades, o sencillamente nos hacemos los despistados, perdemos esa gran oportunidad de mejorar y aprender. Ante todo, debemos ser conscientes de que una adversidad no es más que una oportunidad para aprender.Una de las causa de sufrimiento más común que suelo encontrar con las personas con las que hablo, son las preocupaciones. Muchas madres sufren por sus hijos por lo que les pueda pasar en un futuro. Muchas personas sufren porque no saben si van mantener su trabajo el mes siguiente. Muchas personas sufren porque cada día les preparan el almuerzo a su marido y hoy, sin querer, por la razón que sea, se han olvidado; y se pasarán todo el día dándole vueltas a la cabeza por ello. Veamos, teniendo en cuenta que el cerebro es la parte de nuestro cuerpo que más energía consume, ¿de verdad vale la pena sufrir por todo esto? ¿Qué posibilidades hay de que un coche atropelle a tu hijo? ¿Qué posibilidades hay de que tu marido no sobreviva hoy por no almorzar? El miedo nos paraliza, nos hace sentir inseguros, y no sirve de nada si no es que hay un peligro verdaderamente real frente a nosotros. Y el constante ir y venir de esos pensamientos repetitivos sobre cosas que no están a nuestra merced, que no dependen de nosotros, nos va a dar más dolores de cabeza que otra cosa.
Primeras observaciones
Nuestra forma de pensar y ver el mundo...
En segundo lugar, debemos ser conscientes de hasta qué punto tenemos el control de la situación que nos preocupa. No siempre podemos controlarlo todo.
Tipos de adversidades
¿Te parecen todas iguales?
Cada adversidad nos afecta de un modo distinto. Entonces, ¿por qué nos afectan más unas que otras? Bien, pues porque en unas estamos identificados más emocionalmente que en las otras. La emoción es crucial en dicho proceso, ya que no es lo mismo que se muera tu hermano, que un familiar lejano que apenas ves. O te dolerá más haber de cerrar tu negocio cuando te habías hecho toda la ilusión del mundo en que funcionaría, que cuando tenías tus dudas. O dejar a tu pareja porque ahora ves que es un maleducado, a que te deje él a ti con lo guapo que es... La emoción que has sentido (y que muchas veces sigues sintiendo) va ligada al grado de dolor. Más emoción, más dolor, y el impacto también es mayor.También debemos diferencciar las adversidades que duran poco tiempo de aquellas que perduran. Estas últimas son las peores, ya que sin darnos cuenta van penetrando en nuestro interior y son más difíciles de exteriorizar y de tratar. Suelen ser personas que se encierran en sí mismas, que no se dejan ayudar, o que sencillamente se encuentran siempremal y viven con ello sin hacer nada para cambiarlo.
Recibir un rebés
¿Dé que forma lo hacemos? La dificultad de superarlo...
Cómo superar las adversidades
Ponte a ello hoy mismo...
Ante todo, es importante saber qué es lo que ha sucedido. Esto suena evidente, porque nadie más que tú sabe qué es lo que ha ocurrido. Pero, seamos sinceros, ¿cuántas veces no hemos exagerado un poco los hechos? Así que no me interesa lo que tú crees que haya pasado, o la forma en qué crees que ha pasado, o la interpretación que tú haces según esto o lo otro, o sobre aquelllo que te gustaría que hubiera ocurrido... No, no empieces a darle vueltas así porque entonces ya no habrá vuelta atrás. Necesitamos saber qué es lo que ha pasado fielmente, lo que de verdad ha ocurrió. Así que lo primero que harás será describir los hechos que han sucedido de forma verídica, honesta, y por escrito. Eso te ayudará a organizar mejor las distintas escenas y ha hacerlo de forma más calmada y sincera contigo mismo. Si te autoengañas, todo esto no servirá para nada... Una vez lo hayas escrito todo, releelo. Comprueba que todo está bien y si crees que te has pasado en algo modifícalo para ceñirte al 100% en los hechos.
La mejor forma de solventar un problema es cortándolo de raíz. Pero muchas veces, las raíces son tan profundas que debemos apartar la mala hierba, o hacer un hueco en la tierra para poder saber qué raíz cortar... Por ello, una vez hemos puesto los hecho sobre la mesa, debemos averiguar la causa sincera de nuestro malestar. Apúntala también, porque a medida que avancemos puede que descubras alguna que otra sorpresa al respecto.
Tu reacción ante un problema delata tu auténtica personalidad en la mayoría de las ocasiones. No tengas miedo de ser sincero contigo mismo. Apunta cuál ha sido tu reacción ante la adversidad o ante el problema en cuestión.
Solemos responder a esta pregunta diciendo que es culpa de tal, de cual, de que el coche se puso en medio, de que el chico no me aviso... Es decir, de factores externos que nos afectaron a nosotros. Pero la pregunta no es qué te ha hecho reaccionar así, sino porqué has reaccionado así. Lo que nos interesa es tu reacción frente a algo, el algo, siempre debe estar en segundo término.
¿Qué consecuencias ha tenido lo acontecido? Al responder esta pregunta, no se trata de responder cómo te han afectado los hecho a tí, sino también a tu entorno, a tus seres queridos, etc.
Nos hacemos la idea de que la vida tiene que ser tal y como nos dicen en casa, los amigos, el televisor o internet.Cuando en realidad, la vida es como es y punto. Si tus espectativas son demasiado altas, puede que no se ajusten a la realidad... Ahora, pregúntate cómo crees que debería ser la vida...
Ahora es el momento de hacerte la pregunta más difícil de todas: ¿Qué aprendiste de todo ello? To´mate tu tiempo, valora el conjunto de respuestas que has dado y llega a una conclusión sincera que se adapta a la realidad conjunta, y no sólo a tu punto de vista.
¡Pero esto es muy difícil!
No, sólo es difícil si te cubres con la manta del miedo y la comodidad.
Pregúntate a menudo: ¿Qué sentido tiene lo que estoy haciendo? Comprende que si siempre vemos las cosas desde el mismo punto de vista (el nuestro), siempre veremos las cosas de un mismo modo. Vale la pena contemplar los otros puntos de vista, abrir tu perspectiva, y observar las cosas con una mente libre de ideas preestablecidas. Aprende a tomar distancia...
Sé consciente de tu forma de pensar. Un ejemplo típico: tu cartera no está donde debería estar. Puedes pensar que te la has olvidado en casa de tus padres y que cuando vuelvas ya la recuperarás, o puedes pensar que tu mujer te la ha cogido para hacer unas compras con tu targeta de crédito y que ya te la devolverá, o puedes pensar que te la han robado en el supermercado. Dependiendo de la escena que escojas, te relajarás, no le darás más importancia, o te pondrás de los nervios: irás a la policía, pondrás una denuncia... Lo que hay que entender es que sólo existe una realidad, pero muchas formas distintas de interpretarla. Y, según la interpretación que nosotros escojamos, nuestra vida será más estresante o no. Pero esto no lo hacemos sólo con la cartera, lo hacemos con la pareja, con los amigos, con la política... Hay que apprender a saber cuándo estamos distorsionando la realidad en función de nuestro propio deseo, miedo, comodidad, o de nuestras falsas creencias.
Esto es algo que me sucede mucho en mi consulta, ves que la persona sabe qué cosas debe cambiar, qué es lo que debe hacer, pero no mueve ni un dedo y no hace nada. ¿Cómo es posible? La mayoría de las veces, lo que sucede es que la propia persona tiene muy poca autoestima, y pone esa acción al final de su lista de prioridades. Sí, sí... ya lo haré. Pero primero es el trabajo, el marido, esto, lo otro... y luego, si queda tiempo ya haré mis cosas. ¡Empieza a actuar hoy mismo! Si no tomas la iniciativa ahora mismo, nunca lo harás, y habrás estado media hora leyendo este artículo para nada. ¿De verdad quieres perder el tiempo así en vez de cambiar tu vida?
Recuerda:
Las dificultades y los problemas que la vida nos ocasiona, no tienen porqué ser siempre un signo de debilidad. Al contrario de lo que nos han enseñado siempre, estos pueden lograr hacernos más fuertes ante todas estas adversidades. Todo depende de tu fortaleza interior, de tu modo de ver y aceptar las cosas. Y, cuando aprendas a ver las cosas como tal, no habrá dificultad que pueda quebrantarte.Referencias:
"Fortaleza emocional", Tomás Navarro."The art of Kintsugi", Sasakawa Yoshinari.
"Kintsukuroi", Tomás Navarro
Xavier Turell Nebot
Kintsukuroi
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